Tras casi 5 años del estallido de la guerra, más de 230.000 muertos y un éxodo de millones de refugiados, Siria se ha convertido en un polvorín en el que cada vez hay más actores implicados. El Estado Islámico, los kurdos, el Frente Al Nusra, Estados Unidos, Turquía, Rusia, Irán, y más recientemente Francia y Reino Unido, son sólo algunos de los actores principales de un conflicto totalmente embarrizado.
Iñaki Gabilondo se preguntaba hace unos meses en su videoblog quiénes son los nuestros en toda esta amalgama de actores en conflicto. Mientras Europa veía como cientos de miles de refugiados se agolpaban en sus fronteras huyendo de la barbarie de la guerra siria, nadie parecía tener claro a quién se debía apoyar y contra quién había que actuar. Sin embargo, a raíz de los atentados de París, parece haber un consenso internacional claro y avalado por la ONU al respecto: el enemigo común es el Estado Islámico.
Iñaki Gabilondo se preguntaba hace unos meses en su videoblog quiénes son los nuestros en toda esta amalgama de actores en conflicto. Mientras Europa veía como cientos de miles de refugiados se agolpaban en sus fronteras huyendo de la barbarie de la guerra siria, nadie parecía tener claro a quién se debía apoyar y contra quién había que actuar. Sin embargo, a raíz de los atentados de París, parece haber un consenso internacional claro y avalado por la ONU al respecto: el enemigo común es el Estado Islámico.
Desde entonces, Occidente ha desarrollado una estrategia militar conjunta para luchar contra el islamismo radical. Se trata de un enemigo atomizado -Boko Haram, Al Qaeda, Estado Islámico, etc.-, integrado dentro de sociedades civiles y que tiene un presencia notable en los propios países que tratan de combatirlo –Europa es, según la jefa diplomática de la Unión Europea, la gran exportadora de terroristas a zonas en conflicto-. Además, se desconoce la dimensión exacta del nuevo ejército islámico. Con estos elementos, parece que el problema debiera atajarse desde los servicios secretos, la diplomacia, la política y la economía, y no a través de generales y modernos aviones de combate.
Son muchas voces las que han alarmado sobre el riesgo de combatir el terror con más bombas, señalando que hay que apuntar hacia otro lado: la financiación de los grupos islamistas. A día de hoy, es fácil saber de qué se nutre el terrorismo islamista, especialmente DAESH: el contrabando de petróleo y reliquias, impuestos en las zonas bajo su control, extorsiones, apropiación de depósitos bancarios…Y la ayuda de países musulmanes de su entorno. Esta ayuda, como explica Hasan Hasan, politólogo experto en grupos extremistas, es clandestina y cuantiosa.
Son muchas voces las que han alarmado sobre el riesgo de combatir el terror con más bombas, señalando que hay que apuntar hacia otro lado: la financiación de los grupos islamistas. A día de hoy, es fácil saber de qué se nutre el terrorismo islamista, especialmente DAESH: el contrabando de petróleo y reliquias, impuestos en las zonas bajo su control, extorsiones, apropiación de depósitos bancarios…Y la ayuda de países musulmanes de su entorno. Esta ayuda, como explica Hasan Hasan, politólogo experto en grupos extremistas, es clandestina y cuantiosa.
Son donantes privados que creen en su proyecto de Estado Islámico
“Se benefician de las donaciones de hombres acaudalados del mundo musulmán, mayoritariamente de países del Golfo. Pero no se puede decir que esté financiado a través de canales oficiales o por el Estado. Son donantes privados que creen en su proyecto de Estado Islámico” aseguraba Hasan Hasan. Qatar es uno de estos países. Las administraciones sirias, iraquíes y rusas han denunciado esta situación, pero no son los únicos. El veterano corresponsal de La Vanguardia en Oriente Medio, Tomás Alcoverro, lo explicó en una de sus crónicas con una frase lapidaria: “El opulento Emirato de Qatar es un estado que alimenta el terrorismo, un gobierno que desde hace tres años tiene las manos manchadas de sangre en la cruentas cruzadas yihadistas del Terror”.
El doble juego de Catar
Es precisamente en el terreno de la financiación donde el mundo occidental tiene problemas de incluso mayor calado que la lucha contra los casos de radicalización interna o el bombardeo sistemático en zonas bajo control del Estado Islámico. Qatar dispone de un poder económico que le permite saltarse las reglas del juego y aplicar una doble diplomacia, apoyando por un lado a Occidente y sus intereses a través de inversiones y por otro, financiando a grupos extremistas como el Estado Islámico. La economía catarí es una de las más pujantes de Oriente Medio gracias a sus reservas de gas y petróleo, que han llevado a este pequeño país a disfrutar del PIB per cápita más alto del mundo. Tiene tanto dinero y está concentrado en tan pocas manos, que puede jugar a dos bandas simultáneamente.
Ningún estado se ha planteado, ni por asomo, enfrentarse a Qatar por este motivo. Su peso en la economía global es tan elevado que una eventual retirada de inversiones en Europa tendría consecuencias inimaginables para su maltrecha y endeudada economía. Qatar tiene inversiones claves en Europa –su fondo de inversiones es de casi de 200.000 millones de dólares- como poseer el 15% de las acciones de la bolsa de Londres. Sólo en España, Qatar ha invertido más de 6.000 millones de dólares desde 2011, desde el patrocinio del Barça a la compra de complejos hoteleros, como el hotel Vela de Barcelona.
Occidente tiene las manos atadas. Nadie sabe cómo retirar el dinero qatarí del terrorismo sin que éste también se vaya de las finanzas occidentales y se ha tomado la decisión, al calor de una opinión pública herida y de un nacionalismo boyante, de enfrentarse al terrorismo a golpe de bomba. Las experiencias en Irak o Libia deberían ser suficientes para replantearse una estrategia diferente con un enfoque más global del conflicto. Sin embargo, las élites y gobiernos occidentales se encuentran tan aturdidos por el dinero catarí y sus problemas políticos internos, que no han sabido trazar un plan distinto a largo plazo. Siguiendo el sendero de la política de las emociones y el dinero, la guerra siria puede alcanzar dimensiones y consecuencias inimaginables.